sábado, 4 de junio de 2011

Como flotando entre los ángeles...

La cita estaba hecha. Acomodarse la malla y atarse convenientemente el cordón de seguridad son requisitos previos -ineludibles- a una rápida zambullida al estilo "bomba". Nadie en sus cabales disfrutaría de quedar "tal y como vino al mundo" en medio de una pileta pública si no es esa la consigna, claro.

Afuera, los primeros fríos del otoño-invierno comienzan a hacer sentir de a poco su crudeza. No obstante, dentro del Natatorio del Club Olimpo pareciera vivirse en un microclima diferente: el agua templada, debidamente clorada y filtrada, espera por aquellos que -una vez más- intentarán adentrarse en este mundo tan particular que es el buceo.

Una vez en el agua, todo se ve y se siente diferente. Quien haya experimentado la sensación de nadar en una pileta climatizada, podrá dar fe de que el agua tibia "es otro mundo". No hay dolores, gravedad, ni limitaciones que valgan. Todo se nivela, se equipara, y como por arte de magia uno se siente como "flotando entre los ángeles". Libre de cualquier prejuicio y atadura, junto a otros tantos chicos y chicas. Todos con nuestras dificultades a cuestas, olvidándonos del mundo circundante y exultantes ante el desafío.

Claro que -para comenzar a bucear- hace falta una buena entrada en calor, que nos permita movernos con total comodidad y sin temor a sufrir calambres o -cuándo no- las siempre inoportunas contracturas. Así que, "Enderecemos la nave...y partimos, nene" (como escuché alguna vez). Y ¡a patear se ha dicho! Primero en estilo pecho, después en espalda, como se pueda...vamos haciendo el estiramiento adecuado. 

Unas cuantas idas y vueltas a lo largo y ancho del rectángulo y estamos preparados para practicar "apnea". Al principio parece imposible, pero cuando se lo practica con más y más frecuencia uno percibe que su capacidad de hiperventilación mejora, y por ende, su desempeño bajo la superficie. Saber cambiar el aire hace la diferencia entre avanzar sereno o quedarse estancado con la cara violeta y a punto del desmayo.

Cumplido ello, viene la mejor parte. La que todos allí esperaban: a "ponerse el equipo al hombro". Y no es chiste, es así.. Calzarse el chaleco, verificar que todo esté en su debido lugar, ajustarse la luneta para ver correctamente e impedir la entrada de agua, ponerse la boquilla, soplar y...adentro!!! El aire de los tanques empieza a alimentar como una bocanada de aire puro los pulmones. A bucear se ha dicho.

Qué difícil se hace describir lo que uno siente en esas circunstancias. Más bien diría que es una mezcla de sensaciones, de emociones. Todas juntas, bien revueltas...como el agua que uno va dejando atrás en cada patada. Si hasta pareciera que uno se bloqueara y se quedara allí, detenido en el tiempo, sin saber a ciencia cierta dónde ir. Y de a poquito, con paciencia y casi como quien no quiere la cosa, vamos avanzando...

Apenas unos metros, los primeros de mi vida. Los suficientes como para darme cuenta de que es algo único. Tal como dice la gente del Club de Buceo Atlantis de Bahía Blanca, a quienes debo el agrado de haber vivido una de las más lindas experiencias en mi vida. Fue mi "bautismo", mi primera vez, pero no la última. Pronto llegará un nuevo día de pileta donde poder revivir aquello que -alguna vez- expresara el mismísimo Jacques Costeau: "Cuando buceamos, comenzamos a sentirnos como ángeles".

Texto: EZEQUIEL. E. BATTISTELLA
Video: 7 mundo, Canal 7 Bahía Blanca