sábado, 24 de abril de 2010

En procura de otros desafíos

Introducción.
Quién de nosotros -especialmente los varones- no ha jugado alguna vez a la pelota. Sí, bien digo...jugar "a la pelota"; y no el mero formulismo de practicar el fútbol.
Es que, aunque muchas veces ambas cosas parecieran emparentarse, lo cierto es que entre la una y la otra hay una diferencia sustancial: el amateurismo...el amor al juego en sí, la amistad, los valores y ese no se qué...ese placer tan particular que nos hace vivir el bien ponderado 'picadito' con amigos. En una plaza, un valdío, la calle misma -ya de grandes, claro...cuando mamá ya no podía impedir que abandonáramos la seguridad de la vereda- o por qué no sobre la arena caliente y dorada de un hermoso atardecer playero. En fin, dondequiera que uno se encuentre.
La excusa es juntarse, disfrutar y, por supuesto, despuntar el vicio y emular a aquellas viejas-nuevas glorias que este magnífico deporte nos ha sabido regalar. Ese mismo deporte que desde bien chiquitos aprendimos a amar y por el que tantas veces reímos y otras, que preferimos olvidar, nos condujo a las lágrimas. Y resulta que el picadito típico de los sábados por la tarde suele ser -para muchos- una suerte de ceremonial cargado de sentimiento y de ese deseo profundo de ganar que, a medida que la tarde comienza a desvanecerse, se hace más y más evidente: la gaseosa -u otra bebida que para el caso dará igual-, la entrada al boliche de esa misma noche o por qué no un suculento y siempre tentador asadito -doloroso económicamente para quienes deban pagarlo- suelen ser una constante en lo que al "trofeo" se refiere. Y claro está...se trate del fútbol o de la vida misma, ¿a quién le gusta perder?
Pues bien, hasta aquí en cuanto a lo propio...a lo que uno mismo genera o que de alguna manera u otra suele ayudar a generar. Digo entonces -y agregando-: quién de nosotros no se encontró en alguna ocasión caminando en un parque, en una playa o en la propia calle de su barrio y supo divisar a la distancia a una veintena de jóvenes embarrados de pies a cabeza corriendo presurosos detrás de ese precioso balón de cuero número cinco. Entusiasmado, uno resuelve acercarse lentamente...y así, casi como quien no quiere la cosa, se detiene a escasos metros de la acción, por lo general detrás de uno de los improvisados arcos a la espera de esa voz aguardentosa y carente de aliento que nos informe: --"flaco, nos están bailando...nos hace falta uno para emparejar, ¿te prendés con nosotros?". Y -contrariamente a lo que cualquier sabio negociador aconsejaría en una situación similar- uno suele tener el 'sí' fácil, y de esa manera entra a formar parte de un desafío ajeno. Ajeno hasta ese momento, es cierto...pero que también sabrá convertirse en 'propio' de allí en adelante...

EZEQUIEL E. BATTISTELLA

El tipo que pasaba por ahí... [*]

"Suele ocurrir en los equipos de barrio que a la hora de comenzar el partido faltan uno o dos jugadores. Casi siempre se recurre a oscuros sujetos que nunca faltan en la vecindad de los potreros.

El destino de estos individuos no es envidiable. Deben jugar en puestos ruines, nadie les pasa la pelota y soportan sobrenombres de ocasión, como 'Gordito', 'Pelado' o 'Celeste', en alusión al color de su camiseta. Si repentinamente llega el jugador que faltaba, se lo reemplaza sin ninguna explicación y ya nadie se acuerda de su existencia.

Pero una tarde, en Villa del Parque, los muchachos del Ciclón de Jonte completaron su formación con uno de estos peregrinos anónimos. Y sucedió que el hombre era un genio. Jugaba y hacia jugar. Convirtió seis goles y realizo hazañas inolvidables. Nunca nadie jugó así.

Al terminar el partido se fue en silencio, tal vez en procura de otros desafíos ajenos. Cuando lo buscaron para felicitarlo, ya no estaba. Preguntaron por él a los lugareños, pero nadie lo conocía. Jamás volvieron a verlo.

Algunos muchachos del Ciclón de Jonte dicen que era un profesional de primera división, pero ya nadie se contenta con esa historia. La mayoría ha preferido sospechar que aquél era un ángel que les hizo una gauchada. Desde aquella tarde, todos tratan con más cariño a los comedidos que juegan de relleno".

* [Fragmento extraído del cuento de Alejandro Dolina Apuntes del Fútbol en Flores. Se lo puede encontrar -entre otros- en el libro Cuentos del fútbol argentino, que pertenece a la Editorial Alfaguara].


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